ROJO |
Éramos nosotros, nosotros mismos. Pero la luz era otra. El espacio estaba lleno, la lluvia caliente en el cristal, las hojas de los libros subrayadas, el cigarro encendido en la ventana, los enredos en el pelo, el olor a café por la mañana, y la humedad de tu boca iba dejando en sequía la mía.
Compartíamos una manía desdoblando esquinas en las páginas de los libros de las bibliotecas. Bailamos entre las ruinas de lo que dejamos, escondido, para que nadie lo encontrase. Estaba intacto, igual de frágil, igual de delicado.
Y ahora... Me resulta inconcebible que tengas tanta visión para unas cosas y tan poca vista para otras.