sábado, 27 de noviembre de 2010

Monólogos equívocos

No le sonó el despertador; abrió los ojos sin querer, no se revolvió en la cama pidiendo en silencio cinco minutos más. Saltó, abrió el armario y se vistió con lo primero que alcanzó su brazo. Se estrujó los ojos con la mano derecha, intentando quitar las legañas que no tenía, hacía días que no soñaba, hacía días que ni se peinaba, hacía días que no sabía qué color habían elegido sus ojos para esa época del año.

Se miró el reloj sin ver la hora, pero ella sabía que era ahora o nunca. El minuto exacto no existía. Más vale pronto.

No lo planeó, ni siquiera lo pensó; tan sólo lo hizo. Se subió al volante del coche sin saber manejar las marchas; dudando entre el embrague y el freno, pisó el acelerador; su grado de inteligencia la llevó a arrancar en dos segundos tras un largo suspiro por un pepito grillo que iba cuestionándola en todo momento. Daba igual, lo puso en modo silencioso, sin ánimo de entrar en monólogos equívocos que mermarían la esencia y consistencia de sus actos.

Él se subió de copiloto, ella no recuerda cuándo. En un momento de revisión del retrovisor derecho se topó con unos pies en el salpicadero; zapatillas gastadas con pinta de haber y querer patear mundo. No recuerda la primera palabra que cruzó con él, pero sí la última; prefiere guardársela, la dijo en un susurro. La conversación daba tumbos de un lado a otro, sin un orden exquisito pero sí con limpieza en el lenguaje. La risa hacía eco en los asientos vacíos y los controles de alcoholemia no existían. Hubiese dado positivo.

Le había cogido el gusto al embrague, el pie ni le temblaba, la carretera se desdoblaba, la música sonaba al volumen adecuado, a compás de la lluvía que caía fuera...

Se turnaron el volante, ahora era ella la que apoyaba sus zapatos en el salpicadero; y entonces fue cuando se quedó dormida dibujando una media sonrisa, escuchando su voz de fondo... Estaba volviendo a soñar.



Foto: Se me ha enganchado en la capucha hoy, mientras andaba chapoteando y sin paraguas.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Pensamiento flexible.

Trata de retorcerte en el armario de la mente desordenada, olvida que tienes un tic-tac martilleándote.
No escojas ni decidas sobre dos opciones, hazlas a la vez. No te pases horas muertas pensando en lo que quieres conseguir, mueve el culo; puede irse.
Nada es correcto o incorrecto. Simplemente es, y deja que sea lo que quiera ser.

JO-DER.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Machaques.

"A muerte."
Parece ser la frase de moda, la gente sale a muerte, estudia a muerte, trabaja a muerte, recalco, trabaja a muerte. Pues no, no se debe trabajar a muerte, ni salir a muerte, parece que uno va a morirse segundos después de hacerlo; puede que acabemos muertos de salir, trabajar, estudiar, pero fuf, un respiro.

Déjame coger aire y soltarlo sin prisa porque no me dará tiempo a recuperarlo.
Vivimos, no al minuto, sino a la milésima, el tiempo vuela amigos, pero ¿quién vuela en un tiempo?


Escribo: desde el corazón de la Mediateca Caja Granada, lo recomiendo, teclas suaves y pantallas enormes (sony vaio VGC-JS1E), silencio absoluto, aunque lo absoluto sea incierto.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Puntos suspensivos.


Lo peor del amor cuando termina son las habitaciones ventiladas, el solo de pijamas con sordina, la adrenalina en camas separadas.
Lo malo del después son los despojos  que embalsaman los pájaros del sueño, los teléfonos que hablan con los ojos, el sístole sin diástole ni dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa, remendar las virtudes veniales, condenar a galeras los archivos.
Lo atroz de la pasión es cuando pasa, cuando, al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos..    //Joaquín Sabina.                                                                                                                                           
Fotografía. Chema Madoz.
Ni medio lleno, ni medio vacío.
Ese es el secreto del éxito, ni empacharse, ni privarse.

jueves, 11 de noviembre de 2010

hoy estoy ambiciosa

Quiero un café, tres lunas llenas a la vez, un algo de comer, un paseo en barco, una proa de aire, un viento de vela. Un césped, unos calcetines. Papeles, hojas. Quiero volcar mi cabeza, sacar todo lo que tengo dentro, ordenarlo, limpiarlo, y volvérmelo a meter. Ideas, necesito ideas, no precisas pero sí intencionadas. Quiero meter en un depósito una cantidad exacta de aire, de reserva, para cuando haya guerra en mi respiración. Y atraparlo todo con dos dedos.
Pero da igual, en verdad no lo quiero tanto, en verdad lo quiero para regalaróslo y cargaros de cosas mías.

martes, 9 de noviembre de 2010

Pinceladas

Mi mente es como un lienzo en blanco; mi mano zurda o diestra: la imaginación, un pliego que día tras día dibuja e inventa algo nuevo. Por cierto, no existe ni la goma de borrar ni el tipex, de hecho, soy enemiga de primera fila de lo último.
Existen infinitas clases de trazados e infinitos elementos para llevarlos a cabo; el sacapuntas es esencial si quiero precisar; para rayadas de campeonato están los bolígrafos con líneas superpuestas que sólo yo soy capaz de diferenciar; la pluma es para los días de poesía, donde los versos crean la musicalidad del día. Los colores, los colores son para los días nublados, acostumbrados a conectar el sol con la amplitud de la gama, se nos olvida que la lluvia es lo que hace que sin esperarlo, divisemos un haz de arcoiris, acostumbrados a la monotonía del sol. Pinceladas, pinceladas de color entre las nubes; ó mejor, entre las gotas.


Foto: detalle pináculos Colegio Mayor Isabel la Católica, Granada

lunes, 8 de noviembre de 2010

Encerrar el aire.



"Para hacer una casa, se coge un puñado de aire y se lo sujeta con unas paredes". Pareciera que los hermanos Aires Mateus
hubieran cumplido puntualmente con las palabras de este proverbio nazarí, pues eso, sujetar con unas paredes el aire, es lo que han hecho en esta casa, hermosísima, levantada fuera del tiempo y dentro del espacio de la belleza.



Dicen los arquitectos, en su escueta memoria, que sólo han consolidado y reparado los antiguos muros de la vieja casa. Yo
creo que han hecho mucho más: los han sublimado. La doble caja abarcante era al inicio una ruina silenciosa. Y la han hecho
hablar. La han puesto en valor manipulándola, abriéndola, cerrándola y unificándola con un color blanco radiante. Y le han
colocado un suelo de madera, a modo de bandeja, de manera que las piezas cobran así una mayor presencia. Y al final se ha
llenado de luz. Tiene, así, todo ello un cierto aire metafísico que trae a nuestro recuerdo algunas imágenes de Giorgio de
Chirico. Con una tremenda fuerza.
Cuando una ruina conserva sus muros con una materialidad tal que es capaz de atrapar el aire y la luz, cuando todavía en ella
la gravedad construye el espacio, se nos muestra a las claras la arquitectura, despojada de todo, en su forma más radical. La
pura desnudez de la estructura suele tener la poderosa fuerza de la arquitectura más esencial. Así lo hacen algunos muros de
muchas ruinas romanas que nos conmueven. Así lo hacen los muros de las cajas vacías de esta casa."

Alberto Campo Baeza

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Más allá de las palabras

¿Qué es lo que nos hace ''sentir'' como nuestro lo que sucede?
¿Cómo se transmiten las emociones y los sentimientos?
La bioquímica nos juega una pasada que no podemos controlar.
Especialmente cuando los sentimientos forman parte inequívoca de uno mismo.
Cuando uno quiere sentir con el otro hasta el punto de confundirse en el amor,
de perderse en la luz para iluminar al otro.
Allí donde todo se entiende sin necesidad de palabras. Las palabras las ponen ''los hombres''; el amor no se escribe, se siente.

El día 4 de junio cayeron en mis manos estas palabras, puede que para muchos esto podría haber sido escrito por cualquiera; bueno, quizás no por cualquiera, alomejor por alguien que tenga quien le espera en casa, por alguien que haya sentido el dolor de quien se ha ido, por alguien curioso capaz de pasarse días, semanas e incluso meses, preguntándose una y otra vez lo mismo, sin cansarse, sin tirar la toalla, hasta encontrar una respuesta o conclusión que le resulte convincente, por alguien que ve lo grande en lo pequeño, e incluso por alguien que de aburrimiento necesitaba papel y pluma para echar a volar, sin tener en cuenta a qué manos podría llegar, desentenderse de aquello que escribió... Quizás alguien se podría haber apropiado de ese papel, medio arrugado, escrito a pluma y utilizarlo diciendo que es suyo. A mí no se me ocurriría eso, más que nada al reconocer esa caligrafía, siempre tan recta, con trazados marcados, alargada, pequeña, grande, unida..con restos de tinta, tan definida...

Y cómo no emocionarse...al ver la letra de papá...

martes, 2 de noviembre de 2010

ELLAS.

Quién aunque tenga 50 años no piensa en las veces que correteaba por su casa, creando escondites y espacios donde la imaginación jugaba sin límite, inventándose amigos invisibles.

La infancia es el periodo que perdura y perdura, no sólo en nuestra memoria, sino en lo que somos, forma parte de ello.

Muestra de esto son los recuerdos de la guardería, inconscientes de todo, sin saber muy bien lo que significaba la palabra ''amigo''; el tiempo siempre juega en nuestro campo, de repente te pasas los años de primaria creyendo que tu clase es la mejor, que tus mejores amigas son esas y no más, te cruzas por los pasillos con gente que conoces de vista y pronuncias monosílabos que sin saberlo recordarás más adelante. Sigues pasando de curso y toca la mudanza al edificio de los mayores, cantidad de novedades, mezclas, nuevos horarios, nuevos profesores. Y una clase de inglés extra por la tarde en la que te reencuentras con una conocida de la guardería.

Qué tópico, ¿no? Empezáis a hablar, volvéis juntas, compartís temas tabú, horas muertas en el portal y alguna que otra clase cambiada por un café y un té. Los viernes por la tarde son aquellos que se pasan de aquí para allá sin echar raíces en ninguna parte, bolsas de pipas, la primera borrachera, la primera bronca, los imposibles, los pañuelos de papel en una cafetería... Compartiendo generación, etapa y vida.

Decisiones, decisiones importantes, separación, letras, ciencias, y Capote, una en ciencias, dos en letras; y nunca se discutía sobre si una rama era mejor que otra. Recreos en el mismo banco y si algún día llovía, los apuntes de historia servían para sentarse en el mismísimo suelo, nada de quedarse encerradas. Duros viajes de autobús, sustos y lágrimas con las películas más tontas del mundo y tramos imposibles camino de Santiago. Los regalos y sorpresas cuando abríamos los pupitres, una frase, dos, un caramelo, daba igual, cualquier pequeña cosa se guarda aún como un tesoro. Los dolores de cabeza de las clases de historia, el fiso y las respectivas notasde clase, los interminables deberes de inglés para algunas y las veces que pronunciaban mi nombre en esas clases. Hasta me sentía importante.

Ese verano de los 18, IMPARABLE, con los secretos que dejan las calas de Marina del Este.

Y el notición de Capote, su camino, su Norte, familia, lo encontró.

La universidad nos hace fuertes, aunque cada cual esté en algo distinto, nada nos quita las ganas, los recuerdos y lo que nos importamos, misma hora, mismo sitio. Dicen que el primer año es el más duro, y no lo pongo en duda, pero siempre quedarán esos números de teléfono que te sabes de memoria.

Son tantas cosas que se comparten, que parece que vives tres vidas a la vez y esque cuando una cambia su rumbo o está en un punto de inflexión dentro de su montaña rusa particular, tú estás a su lado pasando por ese looping.

Ahora ya son dos, dos y dos, y una. Su felicidad es la mía.
A la terremoto le tocan vivir ahora cosas increíbles, de esas que no sabrá ni cómo contar en sus novelas, de esas que no podrá explicar, de esas que lo que harán serán robarle las palabras, y aquí estaré para escuchar atentamente sin necesidad de palomitas cómo intenta explicarme lo que le pasa por dentro, en mi butaca, sonriéndo por ambas.

Porque con ellas, siempre soy la niña que seré.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Venecia

Los pies colgando sobre el muelle, y la mirada perdida en Santa María de la Salute. Hoy y ahora me apetecería coger una bolsa pequeña y estar allí. Peleándome como siempre al subir las sinuosas escaleras del Ponti di la Accademia, o colándome entre los vaporettos urbanos para ir hasta Lito, pasando por el Bonvecciati. Hoy quiero Italia.

FOTO. tomada en 2006

Me caí en un pozo de cosquillas

Porque me pregunto todos los días cuáles son los milímetros cuadrados de mi piel sin sensibilidad,
porque si me rozas, me río; y si me tocan, suelto una carcajada estruendosa que hace eco.

Porque los graciosos de clase siempre intentan que pegue saltitos mientras intento seguir al profesor de historia. Imposible, siempre se me escapan las palabras, pero a nadie se le escapan mis cosquillas.