lunes, 8 de noviembre de 2010

Encerrar el aire.



"Para hacer una casa, se coge un puñado de aire y se lo sujeta con unas paredes". Pareciera que los hermanos Aires Mateus
hubieran cumplido puntualmente con las palabras de este proverbio nazarí, pues eso, sujetar con unas paredes el aire, es lo que han hecho en esta casa, hermosísima, levantada fuera del tiempo y dentro del espacio de la belleza.



Dicen los arquitectos, en su escueta memoria, que sólo han consolidado y reparado los antiguos muros de la vieja casa. Yo
creo que han hecho mucho más: los han sublimado. La doble caja abarcante era al inicio una ruina silenciosa. Y la han hecho
hablar. La han puesto en valor manipulándola, abriéndola, cerrándola y unificándola con un color blanco radiante. Y le han
colocado un suelo de madera, a modo de bandeja, de manera que las piezas cobran así una mayor presencia. Y al final se ha
llenado de luz. Tiene, así, todo ello un cierto aire metafísico que trae a nuestro recuerdo algunas imágenes de Giorgio de
Chirico. Con una tremenda fuerza.
Cuando una ruina conserva sus muros con una materialidad tal que es capaz de atrapar el aire y la luz, cuando todavía en ella
la gravedad construye el espacio, se nos muestra a las claras la arquitectura, despojada de todo, en su forma más radical. La
pura desnudez de la estructura suele tener la poderosa fuerza de la arquitectura más esencial. Así lo hacen algunos muros de
muchas ruinas romanas que nos conmueven. Así lo hacen los muros de las cajas vacías de esta casa."

Alberto Campo Baeza

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